jueves, 9 de febrero de 2012

OSIRIS

Los primeros adoradores de Osiris, parece que fueron los habitantes de Busiris, la capital del nomo IX del Bajo Egipto, donde suplantó muy pronto al dios local Andjti. La ciudad era conocida con el nombre de su templo principal, Pi-Usir ("La mansión de Osiris"). Durante las fiestas del jubileo, los oficiantes erigían la columna en memoria del triste destino de Osiris, de su muerte trágica y de su reencarnación en su hijo Horus, el nuevo rey.
Parece ser que Osiris fue considerado en tiempos muy antiguos como un rey difunto y divinizado que vivió antes de que Heliópolis alcanzara la supremacía política. El carácter de dios de la vegetación lo tomó de los atributos del dios Andjti después de haberle suplantado en su nomo. La tradición religiosa le atribuía la unificación de Egipto y se le representaba llevando un tocado que reunía las dos plumas de Andjti, uno de los dioses del bajo Egipto, y la corona blanca que ceñían los reyes del Alto Egipto. Además todo lo que se sabe de la familia de Osiris parece confirmar su carácter real. La rivalidad que le opuso a su hermano Seth, el poderoso monarca de Ombos en el Alto Egipto, ha sido interpretada como el recuerdo de las guerras que concluyeron con la unificación del país, o quizás como una alusión a los antagonismos que suscitó la introducción del culto de Seth en el Delta Oriental.
Esta hipótesis moderna, que cree poder reconocer en Osiris a un rey divinizado por sus partidarios encuentra cierto apoyo en la doctrina de los sacerdotes el Imperio Antiguo para quienes el dios era ante todo el rey y el juez de los muertos. Pero a esta concepción se yuxtapone, ya en el Imperio Antiguo, aquella de un dios de la tierra: Osiris era considerado como una hipóstasis local de su padre Geb, el dios de la tierra por excelencia. Otras veces Osiris aparece como el dios de la inundación anual, o el dios de la vegetación, y ante todo el soberano de las necrópolis y del mundo inferior. Su popularidad creciente desdibuja sus hipotéticos rasgos primitivos de monarca de los vivos y, al mismo tiempo, acaba imponiéndolo como un rey victorioso en los principales centros religiosos de Egipto.

Heliópolis acogió a Osiris y a sus hermanos, formando parte de la Enéada, la familia divina que descendía de Atum-Re, el Demiurgo local. Esto supuso poner a prueba la retórica de los sacerdotes del templo de Re, porque Osiris no tenía hasta entonces ninguna de las características de un dios cósmico. Los Textos de las Pirámides, de inspiración solar, están llenos de contradicciones cuando se refieren a Osiris, tratándole a veces con el respeto debido al rey del mundo de los muertos, y otras con la irritación que merece un advenedizo.
Finalmente se halló el modo de hacer convivir en el cielo a Re y a Osiris, identificando a éste último con Orión, el príncipe de las constelaciones, y su triunfo fue tan completo que ciertos pasajes de los Textos de las Pirámides le atribuyen incluso la soberanía de los caminos del cielo y la posesión de las barcas solares.
Este aspecto solar de Osiris es artificial y parece debido a consideraciones de oportunismo político. También se asimila a Osiris con la luna desde tiempos antiguos. A partir del Imperio Nuevo los documentos son más fáciles de interpretar y parecen atribuir la naturaleza lunar de Osiris a la semejanza que presentan los destinos del dios y del astro: los "sufrimientos" del rey asesinado hacen pensar en aquellos de la luna, es decir, en sus fases y eclipses, cuando decrece y desaparece, para renacer en el período de la luna llena, a semejanza de Osiris. El mito sufre al mismo tiempo la influencia del relato de las tribulaciones del ojo de Horus, porque los egipcios confundían frecuentemente los dos ojos del halcón celeste, el sol y la luna. Para explicar los cambios de aspecto de la luna se decía que Seth, el príncipe de las tinieblas, se transformaba en un cerdo negro, por ejemplo, y se tragaba la luna que contenía el alma de Osiris. Plutarco más tarde también se referirá en sus textos al destino lunar de Osiris
Durante el Imperio Antiguo muchas otras ciudades acogieron el culto a Osiris. Según la leyenda, cuando Isis y Neftis retiraron del agua el cadáver de Osiris le dieron sepultura en Menfis. Los menfitas confundieron la tumba de Osiris con la de Ptah-Sokaris y la introducción del dios en el panteón de la capital del Imperio Antiguo contribuyó a acentuar los elementos de la leyenda que presentaban a Osiris como a un rey terrestre. Fue en Menfis donde Geb puso término a las luchas entre Seth y Horus, confiando a éste último el gobierno del todo el país. El Fayum y Heracleópolis veneraron a Osiris como al "soberano de la tierra del lago". Cuenta la leyenda que Seth había dispersado los miembros de Osiris a través de los nomos de Egipto y que todos los miembros fueron de nuevo reunidos en el lago del Fayum. La reconstitución de los miembros del difunto parece simbolizar la reunión de todos los nomos para formar una nueva nación. Según el capítulo 175 del Libro de los Muertos, Osiris Naref fue adorado en Heracleópolis y ocupó el trono de Re y que todos los dioses le rindieron homenaje, incluso su enemigo Seth.
Abidos era ya al principio de la historia el principal centro funerario del país. Los reyes de las dos primeras dinastías tinitas recibían sepultura en Abidos, que era el cementerio de la capital, Tinis, donde se suponía estaba la tumba de Osiris. El primer patrono de la necrópolis fue el chacal Khentimentiu, que a partir del Imperio Antiguo no pudo resistir a la expansión de la doctrina osiríaca; los dos dioses eran ya confundidos durante la dinastía V, luego Khentimentiu perdió su personalidad y su nombre, convirtiéndose en un epíteto que se solía añadir a los nombres de Osiris y Anubis, el chacal patrono de los momificadores.
Cuando se propagó en Abidos, la doctrina Osiríaca ya había sufrido la influencia de la religión heliopolitana, cuyo dios principal, Re, era en aquellos tiempos (2.500 a.C.) el señor del mundo de los muertos en las necrópolis reales de Gizah y Saqqarah. Con la confusión política y religiosa que separa el Imperio Antiguo del Medio, los reyes de Heracleópolis siguieron fieles a la doctrina solar, mientras que sus rivales de la dinastía XI debieron favorecer los cultos del Alto Egipto y la doctrina Osiríaca. La victoria de los tebanos sobre los heracleopolitanos consagró el triunfo de Osiris; Abidos se convirtió entonces en el más importante santuario del dios en Egipto y en el principal centro de peregrinación, eclipsando incluso a Busiris, la patria de Osiris en el Delta. Todos deseaban ser enterrados en Abidos, o al menos un cenotafio.
A partir del Imperio Medio Osiris es el dios principal de Abidos y su Eneáda la formaban los principales dioses de Egipto.Todos lo veneraban y le erigían templos, incluso las antiguas capitales dinásticas, como Tinis-Abidos, Heliópolis, Heracleópolis y Menfis. Su popularidad y la propagación de su culto se debió principalmente a la devoción de los humildes, sobre todo campesinos. El destino de los otros dioses estaba sometido a las vicisitudes políticas, sus cultos y riquezas dependían de la prosperidad de las dinastías y de las ciudades que se colocaban bajo su protección. La actitud de los fieles era diferente cuando se trataba de Osiris, porque este dios encarnaba una idea que fue muy popular en Egipto como en otros pueblos: Osiris era el buen rey que defendía a los oprimidos y que fue, él mismo, víctima de un enemigo que despreciaba la justicia.
La doctrina osiríaca concilió las atribuciones de un monarca con el ejercicio de la justicia y atribuyó a Osiris la tarea de presidir el tribunal divino que juzga a los muertos. Poco a poco se había llegado a pensar que el destino de los hombres en el otro mundo no dependía de su posición social durante la vida terrestre, sino de sus cualidades morales. Esta idea es hoy muy natural, pero en aquellos tiempos era muy original. Los faraones continuaron refiriéndose en sus tumbas a la religión tradicional, que les garantizaba un puesto en la barca de Re y la unión eterna con el disco solar, mientras que sus súbditos buscaron la salvación en la doctrina de Osiris que les prometía ser acogidos favorablemente en el mundo de los muertos.
De acuerdo con una creencia muy antigua pero cuyas representaciones sólo son corrientes a partir del Imperio Nuevo, el alma, o más concretamente el Ba, debía someterse a un juicio divino cuando atravesaba la puerta del otro mundo. Este juicio sirvió de argumento a una escena pintoresca que los artistas egipcios reprodujeron innumerables veces en la viñeta que ilustra el capítulo 125 del Libro de los Muertos. Pesar el alma era en realidad pesar el corazón del difunto, que era la sede de la inteligencia y de la conciencia. Osiris presidía este tribunal, sentado en un trono cubierto con un dosel.
Juicio de Osiris: el peso del alma del difunto
Isis y Neftis estaban a su lado, y un poco más apartados los 42 dioses asesores que parecen representar a los nomos egipcios. Anubis entraba en la sala y conducía la difunto tomado de la mano frente a sus jueces y junto a la balanza en que se pesaban las acciones. El mismo Anubis se encargaba de efectuar la pesada colocando el corazón en un platillo y una estatuilla de Maat, la diosa de la Verdad y de la Justicia, en el otro. Thot, el dios escribano, observaba el fiel de la balanza y registraba en un papiro el resulta. Mientras tanto, el muerto se dirigía a sus jueces y pronunciaba la doble "confesión negativa". Al pie de la balanza se hallaba "la Devoradora", un animal monstruoso con cabeza de cocodrilo, parte delantera del cuerpo de un león, y parte trasera de hipopótamo. El monstruo dirigía la mirada hacia Osiris y hacia Thot esperando impaciente el veredicto, dispuesto a arrojarse sobre el difunto si la sentencia era de culpabilidad. En el caso contrario, se le declaraba "justo de voz" (honesto en su discurso), podía reunirse con los "grandes dioses" de la necrópolis y era admitido en el reino de Osiris.
La popularidad creciente del culto a Osiris le convirtió en una divinidad dotada de competencias muy diversas. Así se explican las interpretaciones aparentemente contradictorias que se han formulado acerca de su personalidad primitiva. Los campesinos debieron relacionar los diferentes episodios de su leyenda con los ciclos de la naturaleza, con los campos marchitos después de la cosecha y misteriosamente cubiertos por el manto de la inundación, y con el reverdecer de la vegetación cuando las aguas se retiraban. Cuando las plantas se ajaban y morían, se decía que Osiris había muerto, pero no totalmente, pues algo de vida se conservaba bajo tierra, que brotaba cada año cuando llegaba su tiempo y demostraba así que Osiris estaba aún vivo. Osiris era la garantía de la fecundidad de los campos sembrados de grano. Existen muchísimos testimonios que parecen dar la razón a quienes piensan que Osiris fue ante todo un dios de la tierra y de la vegetación, su carácter de soberano terrestre o de los muertos sería secundario, y la leyenda de su muerte sería la explicación mitológica de la incomprensible muerte anual de las plantas. El dios de la vegetación lo era también de la inundación, el agua nueva que surgía de las profundidades del Nun para fertilizar los campos.
En la Baja Epoca existía en la isla de Bigeh un santuario que se decía era la tumba de Osiris. Su nombre era el Abatón, "el inaccesible", porque estaba prohibido aproximarse y turbar el reposo del dios. Las listas de las reliquias de los templos greco-romanos dicen que en Bigeh se hallaba enterrada únicamente la pierna izquierda del dios y que en esta pierna estaba situada una fuente por la cual las aguas brotaban a torrentes. En los últimos tiempos del paganismo, Osiris era ante todo el dios adorado en el Abatón, y su esposa Isis la soberana de la vecina isla de Filé. Osiris tenía el aspecto de Hapi, el dios de la inundación, y habitaba en una caverna protegida por una serpiente. A la entrada se alzaba un árbol, símbolo quizás del árbol que le sirvió de ataúd en Biblos. Cerca de la tumba se extendía una arboleda en cuyas ramas se posaba el alma de Osiris cuando salía al aire libre y revoloteaba con el aspecto de un pájaro dotado de cabeza humana. Cada diez días, Isis salía de su santuario en la isla de Filé y visitaba la tumba de su esposo en el Abatón.
La fama de Osiris alcanzó su punto culminante en tiempos de los emperadores romanos, cuando la religión egipcia estaba a punto de extinguirse. Antes de extinguirse, el culto de Osiris y de su familia, Isis y Harpócrates, se extendió por todo el Imperio, encontrando en todas partes un fervor tan ardiente como efímero. El triunfo se debió a la sencillez y a la humanidad del mito, de un cuento cuya intriga se puede comprender fácilmente. Se trata de la historia de un buen rey que murió asesinado, que resucitó gracias al amor y a la magia de su esposa, fue vengado por su hijo y es, en el otro mundo, garantía de inmortalidad para aquellos que la merecen. Su popularidad convirtió muy pronto al osirianismo en una fuerza moral, en una regla de conducta que se basaba en el amor y en la justicia. Solo más tarde, durante el Imperio Nuevo, aparecieron otras formas de religiosidad que respondían a las mismas aspiraciones, la llamada "religión del pobre" que es la expresión de la piedad personal de los desfavorecidos, e incluso, en cierto modo, el atonismo que tanto debió a la personalidad excepcional de un faraón, pero que se inspiró parcialmente en los mismos sentimientos.
Osiris, Horus e Isis

La procedencia de la leyenda de Osiris es un tema complicado. Los habitantes de Busiris se la contaban probablemente los unos a los otros muchos siglos antes de que existiera la escritura y no hay nada que demuestre que en los tiempos prehistóricos su contenido no fuera idéntico al que nos revelan los Textos de las Pirámides del Imperio Antiguo. En estos Textos se reconocen ya los elementos esenciales de la leyenda, pero los episodios que la componen se enriquecieron y se complicaron progresivamente de acuerdo con la fantasía del narrador o el talento del escriba. Los textos específicamente religiosos, es decir los libros funerarios o los himnos que se entonaban en los templos, tienen poco que ver con los cuentos que se conocen. Otras obras literarias anteriores y posteriores mencionan diferentes episodios del cuento, lo que demuestra que el pueblo egipcio escuchaba y repetía con placer las peripecias de una leyenda adornada con numerosos detalles bastante burdos pero que exaltaban el amor conyugal y materno.
Un papiro de la dinastía XIX conserva, en muy mal estado, una versión muy diferente de la leyenda de Osiris. El cuento de La Verdad (Osiris) y su hermano menor Mentira (Seth). La trama de la historia y el carácter de los personajes son muy diferentes de la leyenda prototipo, de modo que este nuevo cuento parece pertenecer a otra fuente literaria, de la que se encuentran ecos evidentes muchos siglos más tarde en un cuento de Las Mil y Una Noches y, quizás, en una anécdota recogida por Plutarco (Vida de Licurgo, 15,10). Durante el Imperio Nuevo la leyenda sigue enriqueciéndose con nuevos elementos. Por aquellos tiempos aparece en el Libro de los Muertos cuatro nuevos miembros de la familia de Osiris, los cuatro hijos de Horus: Imset, Hapy, Duamutef y Kebehsenuf, que eran en el ajuar funerario otros tantos amuletos, o los cuatro vasos canopes que contenían las vísceras del difunto.
Los documentos egipcios presentan siempre una versión incompleta de la leyenda, sólo Plutarco ha dejado un relato íntegro, aunque ciertos elementos se alejan mucho de la fuente primitiva. Plutarco escribió esta obra hacia el año 100 de nuestra era. No se trata de la obra de un estudioso que se interesó por una religión extranjera sino de la de un creyente iniciado en los misterios de la diosa, aunque no renegara en modo alguno de las divinidades de sus antepasados griegos, ni de la metafísica de Platón y Pitágoras. Diversos episodios de su cuento no se encuentran en la leyenda primitiva, y tanto el relato como el abundante comentario que le acompaña reflejan la sensibilidad de los poetas griegos de la época. La obra es un producto típico de la civilización helenística que acogía liberalmente todas las religiones practicadas en los países sometidos al Imperio Romano.
Los dioses egipcios se confundieron entonces con los dioses griegos y el mismo Plutarco recurrió a etimologías tan ingeniosas como falsas para intentar demostrar que los nombres de Isis y de Osiris fueron antiguamente tomados de la lengua griega. Plutarco pensó haber demostrado de este modo que Isis y Osiris no eran divinidades extranjeras. Otros dioses extranjeros, como Yahveh, la Gran Madre de Asia Menor, y Mitra de los persas contaron en todas las provincias del Imperio con un número incalculable de secuaces. El estado vió el peligro de estas religiones y acabaron persiguiéndolas; así los fieles de Isis conocieron las persecuciones, la destrucción de sus templos y la crucifixión de sus sacerdotes, como sucedió a los judíos y un poco más tarde a los cristianos.
El culto de Isis recuperó muy pronto la influencia que había perdido y a partir de Calígula gozó de la protección personal de varios emperadores. Adriano visitó Egipto y cuando su favorito Antinoo se ahogó en las aguas del Nilo, el emperador dispuso que fuera deificado, que se le erigiera un templo en una ciudad fundada en su nombre y que en su honor se celebraran juegos atléticos. Admirada por los filósofos, la nueva fe correspondía también a las aspiraciones de las gentes sencillas, ya que a todos ofrecía la posibilidad de ser acogidos, después de la muerte, en el reino de Osiris donde gozarían de una vida mejor, eternamente protegidos de la injusticia. Mientras esperaban ese momento, los fieles se consolaban rezando en los templos de la diosa que encarnaba la justicia y la bondad, y que defendía incansablemente el orden divino contra los ataques de Tifón (Seth). El culto de las divinidades egipcias propagaba a través del Imperio una doctrina de salvación que anunciaba el combate interminable del bien contra el mal.
El prestigio de Isis era tan grande que acabó absorbiendo a todas las divinidades femeninas, en primer lugar a las de Egipto, y posteriormente a todas las del Imperio. Las diferentes provincias adoraban a los dioses egipcios, desde Africa Septentrional hasta el valle del Danubio, desde Inglaterra hasta el valle del Indus. Pero el triunfo de Isis fue tan efímero como brillante. El cónsul Nicómaco Flaviano ordenó celebrar en Roma, en el año 394, fiestas nacionales en honor de Isis, y ese mismo año vio el triunfo del cristianismo Teodosio: los templos paganos fueron cerrados y los sacrificios prohibidos. En Egipto la situación fue la misma. El paganismo encontró su último refugio en el círculo de los filósofos místicos que se mantuvieron fieles a los dioses del Nilo ya bien entrado el siglo VI. Pero sabían bien que el mundo ya pertenecía en adelante a los cristianos y que muy pronto nadie mostraría interés por la antigua religión, ni por las innumerables inscripciones que celebraban, sobre las paredes de los templos en ruinas, la gloria de los dioses paganos:
Un tiempo vendrá en que parecerá vano que los egipcios hayan servido a la divinidad con piedad en sus corazones y con un culto asiduo ... Los dioses se irán de la tierra, regresarán al cielo y abandonarán Egipto. Este país que fue antaño el domicilio de santas liturgias, ahora es la viuda de sus dioses y no volverá a gozar de su presencia ... Esta tierra sacrosanta, patria de santuarios y de templos, se hallará cubierta de sepulcros y de muertos. ¡Oh Egipto, Egipto, de tus creencias sólo quedarán fábulas que parecerán increíbles a las generaciones futuras, y sólo quedarán palabras grabadas sobre las piedras para relatar tus actos de piedad!.
(Texto griego de Pseudo-Apuleyo, Asclepius, capítulo 24. Los cristianos tradujeron este texto en copto; se ha encontrado un ejemplar de esta traducción entre los papiros de Nag Hammadi).




Artículo: Bustos Ramos, Rosa Mª. 1999

Las vidas de Leonardo da Vinci

No deja de ofrecer titulares nunca porque nunca deja de dar sorpresas, sobre todo porque Leonardo es sus obras, sus inventos, sus visiones perspicaces, su inteligencia luminosa, su prodigiosa modernidad. Pero es, además, sus mitos, sus relatos, las historias que contaron y contamos sobre él, un personaje fabuloso que, como ocurre con laMarylin de Warhol, ha acabado por convertirse un poco en esa obra maestra por excelencia, la Gioconda. La miramos y le vemos a él. No podemos parar de mirarla, tal vez porque al hacerlo contemplamos siglos del mundo, atrapados en la sonrisa de vampira que en el XIX cautivó al historiador del arte inglés Pater, tan próximo a esa pasión decimonónica hacia el maestro que se conoce con el nombre devincismo. Después, volverían a la pintura Duchamp y Dalí, además de las miles de postales cómicas que se imprimieron a primeros del siglo XX, coindiciendo con el robo del cuadro en el Louvre, en 1911. Y regresaría, Warhol, claro, a su manera tan fabulado como Leonardo y por diferentes razones igual de popular: para el pintor americano laGioconda dejaría de ser única y acabaría por convertirse en multiplicada y monocroma. “Dos mejor que una”, decía Warhol.
Ahora, con el fabuloso descubrimiento de “otra Gioconda del Prado” los delirios de Warhol se hacen un poco realidad: las dos Giocondas no son del todo idénticas entre sí, pero tampoco se puede decir que la recién descubierta Gioconda bis sea una copia en el sentido estricto del término, dado que, según han deducido los expertos y gracias a la limpieza que se ha llevado a cabo en el Museo del Prado, el cuadro en principio atribuido a Melzi, el amigo y discípulo de Leonardo, fue pintado al tiempo que la obra del maestro. Lo probarían los pentimenti –arrepentimientos, cambios posteriores- en el óleo final que sólo son detectables con las técnicas actuales de rayos X y que habrían pasado desapercibidos a cualquier copista, a menos que no hubiera seguido la versión original incluso en los cambios posteriores.
Si la fabulosa hipótesis resulta ser cierta –y lo parece, dicen los expertos-, quedaría clara la relación de proximidad de Leonardo con el mencionado Melzi, la idea hasta cierto punto innovadora de dejar que pintara a la vez la réplica del retrato más importante para la carrera del florentino. Esto no sólo cambia el concepto del taller y el modo en que opera en el caso concreto de Leonardo -del cual se repite que no tuvo discípulos-, sino que revisa la propia historia de vida de Leonardo y sus relaciones con Melzi, hacia quien sintió quizás más afecto de lo que se podría pensar a primera vista. El propio Melzi -según Antonio de' Beatis, secretario del Cardenal de Aragón, “un milanés, que él ha educado, pinta excelentemente, y vive con él”- daba cuenta de su gran cariño hacia Leonardo. A la muerte de éste escribía en una carta a los hermanos del artista: "Para mí ha sido el mejor de los padres, por cuya muerte me resulta imposible expresar el dolor que siento... Es terrible para todos perder a un hombre así, puesto que la naturaleza no podrá volver a producir algo semejante".
¿Quién era, al fin, ese Leonardo, descrito como poco amigo de las pasiones y los afectos, tanta veces definido como alguien hosco, alejado del mundo? Quién pudo ser este hombre que escribe al hermanastro con motivo del nacimiento de su hijo unas palabras pavorosas: "Sólo te envío la presente para avisarte que en los días pasados recibí la tuya por la que me enteré de que habías tenido un heredero, cosa de la que pareces alegrarte mucho: (...) debes saber que te has alegrado de haberte creado un enemigo político, que con todo su sudor deseará su libertad, que no será hasta tu muerte". ¿Cambia la proximidad, pictórica incluso, con el discípulo Melzi la idea del Leonardo misántropo, sumido en esa falta de lazos afectivos que recalca Freud en su clásico –y problemático- texto sobre el pintor?
La restauración de la “Gioconda del Prado” no sólo ha resquebrajado el malentendido de Leonardo como un pintor sin discípulos o con discípulos mediocres, sino que ha desbaratado parte del relato del maestro individualista y nada pródigo con sus alumnos. Aunque quizás el maravilloso cuadro que la restauración ha desvelado desde ese fondo negro y barnizado haya dado lugar a otro fabuloso relato más, añadiendo misterios al misterio. Otra sorpresa. Otro titular que, tratándose de Leonardo, seguro que no es el último.
Fuente: Estrella de Diego. El País (02/02/2012)

viernes, 9 de diciembre de 2011

El IAPH restaura el altar fenicio de Coria del Río

Coria del Río, 02.12.2011  -  Arqueólogos, biólogos, botánicos y restauradores del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) han extraído información de un altar fenicio del siglo VII antes de Cristo, hallado en Coria del Río (Sevilla), como si fuese “una caja negra” que ha conservado restos biológicos durante 2.700 años.
Los restos hallados en la tierra arcillosa prensada con la que se construyó este altar de 90 centímetros de largo por 60 de ancho y 45 de altura y casi media tonelada de peso ha revelado que los rituales fenicios efectuados por los tartesios incluían la incineración de vísceras de caprinos, empleando maderas de encinas, alcornoques, chaparros, olivos y jaras.
Del interior del altar se han extraído igualmente diversas muestras de polen y de cristales de oxalato, que producen algunas especies vegetales sometidas a estrés, restos de pino y encina y piedras que habían estado en el interior del intestino de una cabra. Aún están por concluir la búsqueda de ADN de la grasa de las manos del constructor o constructores del altar, un rastreo del que no existe precedente y que se efectúa con ayuda de especialistas de la Universidad de Upsala (Suecia).
Sin monumentalidad, pero con información
El director general de Museos de Andalucía, Miguel Castellano, ha señalado que aunque el altar carezca de “monumentalidad, estética o belleza” es un hallazgo importante por la información que ha propiciado sobre los ritos al dios Baal y la información aportada sobre la cultura tartesia y fenicia.
De ahí que el equipo investigador que se ha hecho cargo de su investigación lo haya calificado de “caja negra” por la cantidad de información que contenía la tierra prensada de su interior, según ha explicado a los periodistas la restauradora de la pieza, Ana Bouzas.
La directora del Museo Arqueológico de Sevilla, Concepción Sanmartín, ha expresado la emoción que le produce esta pieza ahora restaurada y que se mostrará en el Arqueológico de Sevilla, en una nueva sala dedicada al Tesoro del Carambolo y la cultura tartésica.

Otros dos altares en la Península
Sanmartín ha asegurado que, en toda la Península, sólo existen otros dos altares similares, el del Carambolo y el de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz), y que el estudio de este de Coria ha permitido determinar que el sacrificio no se efectuaba en el altar, sino en una estancia apartada.
También que las vísceras y carne de animales se ofrecían ya asadas, probablemente en bandejas metálicas, ya que no se han hallado microcarbones, lo que elimina la posibilidad de combustión sobre el altar.
La tierra arcillosa prensada o adobe con la que fue construida tanto la base del altar como sus paredes era “tierra virgen”, que el constructor extrajo a cierta profundidad, por lo que si se lograra extraer su ADN se podría obtener información sobre su procedencia, lo que, según Sanmartín, ayudaría a aclarar la relación entre fenicios procedentes de Oriente Próximo y población autóctona o tartesia.
Hallazgos como el de este altar demuestra, según Sanmartín, que los fenicios y la población autóctona convivían también en el interior de la Península y no solo en las costas, como se pensó durante años.
Tras cinco o seis generaciones de convivencia, como han demostrado otras investigaciones sobre cerámicas y orfebrería, Sanmartín ha señalado que quizás habría que hablar sólo de tartesios, por la integración de los fenicios.

La nueva sala del Arqueológico
La nueva sala del Arqueológico sevillano estará lista en enero y el altar ayudará a contextualizar el Tesoro del Carambolo, del que Sanmartín ha señalado que si se trata de un tesoro “no es porque tenga 2.700 años de antigüedad y sean tres kilos de oro” sino por lo que revela de la cultura tartesia.
El altar fue hallado en 1997 en el casco urbano de Coria del Río por el arqueólogo José Luis Escacena, y entonces fue extraído tal y como fue hallado, fracturado en dos partes, por la mitad, si bien con la tierra acumulada en su interior intacta.
Fuente: Info Alcores

viernes, 29 de octubre de 2010

La Comisión de Patrimonio da luz verde para exhibir el Carambolo en las 'setas'

A partir de marzo, la sala de exposiciones temporales del Antiquarium acogerá el tesoro hallado en 1958 en el cerro de Camas · El Ayuntamiento se hará cargo del coste del seguro y de la vigilancia.


Todos los miembros de la Comisión local de Patrimonio, reunidos en la Sala de Gobierno del Ayuntamiento de Sevilla, acogieron ayer favorablemente la propuesta del alcalde para exponer a partir de marzo de 2011 y "de forma temporal" el Tesoro del Carambolo en el Antiquarium que se construye en la Plaza de la Encarnación. El traslado a las controvertidas setas, del que informó en exclusiva este medio, era un deseo personal de Alfredo Sánchez Monteseirín, quien llevaba un año reiterando en público que el impresionante conjunto de 21 piezas de oro no debía volver a la cámara de seguridad de la entidad donde ha permanecido custodiado desde los años 80 (salvo en las cinco ocasiones en que ha sido expuesto). Una aspiración con la que el regidor persigue, según expuso ayer la delegada de Cultura, Maribel Montaño, "revitalizar culturalmente una zona muy importante de la ciudad". Y también, aunque en ningún momento aludió a ello, prestigiar socialmente un proyecto que ha recibido una enorme contestación social por sus características arquitectónicas y sus cargas económicas.

Así, los turistas -por una pequeña cantidad adicional a la que se paga ahora por entrar en el Alcázar- y los sevillanos -éstos, gratuitamente- podrán acceder a partir de marzo al Antiquarium, donde serán visitables los restos arqueológicos aparecidos allí durante las obras de la Encarnación, y a la sala de exposiciones temporales, en la que se mostrará el tesoro hallado en 1958 por Juan de Mata Carriazo. Esa estancia contará, según garantizó Montaño, "con unas condiciones jurídicas muy claras de seguridad y de oportunidad". Esos requisitos, puntualizó, "están tasados por ley y son esencialmente tres: una seguridad específica, unos medios electrónicos de control (cámaras, escáner, alarmas, detectores de presencia...) y, por último, vigilancia personal las 24 horas del día". Como curiosidad, el seguro que cubre el tesoro está tasado en 8.200.000 euros, "cantidad que habrá que suscribir cuando se haga esta exposición que tiene un inicio ya fijado pero sobre cuyo final no hay ninguna decisión tomada". La delegada, a preguntas de los medios, declaró que el Consistorio se hará cargo del coste de la seguridad y vigilancia de las joyas.


La sala de exposiciones temporales donde se mostrarán "da a la rampa que se construyó como acceso de vehículos en el anterior proyecto de aparcamiento subterráneo", detalló la delegada, "por lo que tiene independencia de entrada y salida para que la visita se integre en el recorrido al Antiquarium pero también pueda hacerse al margen de ésta".



El responsable arqueológico del Antiquarium y miembro además de la Comisión local de Patrimonio, Fernando Amores, subrayó que "he recibido con mucho gusto el que llegue la muestra del Tesoro del Carambolo, que servirá para dar a conocer las nuevas instalaciones y ofrecer una idea del potencial que tiene el Antiquarium para explicar el pasado de Sevilla". 




Amores no ve "ningún problema" en integrar las piezas halladas en el cerro de Camas en el discurso museológico de un espacio que el alcalde anunció como "el gran centro de interpretación del pasado romano". "El Antiquarium se pensó para albergar la memoria histórica de la ciudad en un sentido moderno y amplio, un lugar que pueda acoger distintas exposiciones no sólo acotadas a los romanos. Éste es un proyecto elástico y conceptualmente más fuerte. Además, las investigaciones recientes han puesto de manifiesto que el Cerro fue un santuario dedicado a Astarté y que Sevilla es de fundación fenicia, como ya advirtieron Rodrigo Caro y otros cronistas. Así que el Tesoro expresará, desde el Antiquarium, la relación de los pueblos fenicios con sus santuarios y con las dos orillas del río, relación ligada a la propia fundación de Sevilla".



Con todo, zanjó Montaño, lo que ha terminado de convencer a la Comisión de Patrimonio "es la ventaja estratégica que ofrece el tesoro para revitalizar la zona norte de la ciudad" y desviar ahí los flujos turísticos que ahora se concentran en torno al eje que componen Giralda y Catedral, el Alcázar y el Archivo de Indias.
Fuente:Diario de Sevilla

lunes, 25 de octubre de 2010

Jornadas arqueológicas sobre el futuro del teatro de Itálica

Las II Jornadas de Arqueología Clásica, proyectadas a partir de mañana y hasta el día 27 en la Casa de la Provincia, centrarán su contenido en el antiguo teatro de la ciudad romana deItálica, edificado entre los años 30 y 37 después de Cristo en la localidad sevillana de Santiponce.
El encuentro, que se celebrará bajo el título «El teatro de Itálica. Ultimas investigaciones y propuestas de valorización», abordará el resultado de las últimas excavaciones arqueológicas promovidas en su entorno y las intervenciones que espera este espacio escénico.
Las jornadas en cuestión son promovidas por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y la Universidad de Sevilla en colaboración de laFundación Itálica de Estudios Clásicos y, en ella, según la documentación recogida por Europa Press, tomarán parte el experto en arqueología clásica de la Universidad Hispalense José Beltrán Fortes y los arqueólogos Rocío Izquierdo de Montes y Fernando Amores, entre otros.
En estas jornadas cobrarán especial protagonismo tanto las últimas investigaciones científicas realizadas sobre las ruinas del espacio escénico, como los «distintos proyectos de intervención» propuestos para recuperar el antiguo teatro.
Fuente: abcdesevilla